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Thursday, October 06, 2005
Mad Shrek Walking
Debido a cuestiones que supongo ya están medio explicadas en este mismo blog, he estado en la casa este último tiempo. Incluso los últimos días que dediqué a estudiar, estuve acá encerrada.

Como es natural, tomé la primera oportunidad que me convenciera para empezar a salir de “la cueva”. Así que acepté la invitación de una conocida que vive en el edificio, dueña de una perra también, para unirme a un conjunto coral de mujeres. Considerando que he cantado desde básica en el colegio, imaginé que no sería un reto demasiado exigente, pero a la vez me ayudaría a distraerme mucho. Justo lo que necesitaba.

Desde siempre cantar ha sido una vía de escape y de relajación para mí. En el colegio los ensayos se realizaban los viernes en el bloque de la tarde, con lo que se transformaban en la antesala del fin de semana, del descanso. Además, no implica gran esfuerzo físico ni mental, salvo por la concentración (palabras de novata, por supuesto). Y finalmente es algo que siempre me ha “llenado el espíritu”. Es casi una especie de purificación en cada ensayo.

Hoy día llegué de “coro” bastante contenta. No había salido de lo mejor, pero había podido cantar y eso ya bastaba. Durante el ensayo me había llegado un mensaje de texto del ogro, furioso porque la perra más grandecita se había ensuciado con fecas de algún vagabundo del parque. Llegué al rato después, pensando que me encontraría con la comida prometida y con el ogro ya relajado, contándome la anécdota.

Abrí la puerta y me encontré a la perra mojada, tiritando de frío y visiblemente asustada. Apenas se acercó a saludarme mientras esperaba mi reacción a una distancia prudente. La saludé en un tono de broma, pero la perra se alejó aún más. Llego al living y el ogro estaba jugando playstation sin dar señales de querer secarla.

Mientras tomaba el secador para –valga la redundancia- secar a la perra, peinarla y echarla a acostar para que dejara de tiritar, pregunté al ogro porqué estaba aún mojada. “La estoy castigando”, respondió muy convencido. ¿Acaso él no entendería que la perra aunque muriera de frío no iba a comprender qué había hecho mal?

Entre tanto, comenzó a salir un olor a quemado. “Estará cocinando”, asumí. Error. A los dos minutos se escucharon un par de garabatos de aquéllos, mientras unos ruidos se escuchan en la cocina. Se apaga una olla en vías de quemarse, ya sin agua a esas alturas. “Bueno, da lo mismo, la perra se ensució y se le olvidó lo que cocinaba.”, pensé.

Al rato llegan unos platos con unos fideos medio gelatinosos, con salsa de champiñones de extraño color. Los pruebo, pero de verdad no están buenos, a pesar del hambre. No alcancé a preguntar nada y el ogro me cuenta que compró crema y otros materiales para cocinar, pero que los dejó al sol todo el día y la tarde, por lo que terminaron en mal estado. Que por qué yo no los había refrigerado. En mi cabeza sonó un “¡plop!” inmenso con eco y todo…

Tengo unas ganas de llorar asquerosas, hambre e incredulidad por todo lo sucedido. Me gustaría salir al parque pero las perras están aterradas y no se acercan al ogro. ¿Le habrá pegado mucho a la más grande…? Si yo hubiera estado…

 
posted by C. at 5:38 PM | Permalink | |


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