RATONEANDO - Main Blog
Thursday, October 06, 2005
Fideos para dos

00:44. 23 de Septiembre.
Hace un año exacto mi primera cachorra estaba agonizando en la casa. Tres horas después estaba enterrada en el patio y yo tenía un dolor que en mi vida había sentido. De esos que llaman dolores del alma. Imposible dejar de mencionar algo que para mí marcó tanto. Lilo, siempre vas a estar en mi recuerdo...

Hace cosa de quince minutos estaba en la cocina. Revolví entre el desorden, saqué unos platitos limpios, servicios y una olla piola. Herví agua y cociné de esos fideos de 3 minutos que salvan muchas vidas estudiantiles, je. Para ser más exactos, dos porciones de fideos. Luego, abrí una lata de lomitos de atún en agua para acompañar. Algo livianito para la noche, considerando que sólo había comido unas papas fritas a media tarde y que él no había comido nada tampoco.

Sentí pasos en el pasillo y cerré la puerta de la cocina. No quería que el ogro –ya no más “Fulano”- viera lo que estaba haciendo. No era gran cosa pero quería darle una sorpresa, porque hacía poco habíamos tenido de aquellos encantadores roces que terminó con él viendo tele en la oscuridad del living y conmigo en internet buscando algún perro, que le prometí hace días a mi hermano.

Partí a la cocina. Mientras terminaba de sasonar los fideos, sentí pasos al fondo del pasillo. “Qué bueno, se volvió a los computadores. Se le tiene que haber pasado”. Tomé los platos con algo más de ánimo –hoy fue un día de mierda- y cuando llegué a la “oficina”, la vi vacía. Se había acostado sin decirme ni una palabra. Y me quedé por supuesto con los platos calentitos, humeando aún.

Automáticamente le dejé su plato en su escritorio, como si el tipo fuera a levantarse y a comer tan contento, y me serví el mío. Los fideos estaban a punto, los condimentos y la combinación con el atún le daban un saborcito especial... pero por algún motivo había un sabor amargo en cada cucharada. Me siento podrida. Super incomprendida, y cada vez menos querida...

Rebobinemos.

Hoy, como siempre, no me levanté para ir a la universidad. A estas alturas ya ni la alarma pongo, ni mucho menos me preocupo de “la ropa para mañana”. Soñé puras tonteras durante una semisomnolencia que no me proporcionó descanso. Desperté más cansada que antes de acostarme. Luego de estar en el pc no sé cuánto rato –a veces abro los ojos y han pasado horas- llegó el ogro, rabioso pero contenido, de la pega.

Le señalé una caja de papas fritas con pollo para que se calentara de almuerzo tardío, mientras me envolvía en una frazada a ver tele en el living. Definitivamente me sentía pésimo. Pero como él jamás respeta mis momentos “conmigo misma”, tuvo que tirarse arriba mío, pincharme como mil veces con sus dedos en los brazos, la espalda, etc. a pesar de que otras mil veces le he pedido que no lo haga, y al final como no entendía que yo quería tranquilidad, le hice un comentario duro, "a pito de nada". Se calmó por fin. Sí, se enojó. Se fue a los computadores.

No lo pensé un momento y me acosté. No quería saber del mundo. Ni siquiera tuve ánimo de bañarme o sacar a mi perra a pasear. Mucho menos iba a estar aguantando al ogro mal genio por causas que no tienen nada que ver conmigo. Lo siento, son esos días en que el mundo me supera y me gustaría alguien que de verdad se preocupara para conversar.

Se fue a tirar encima mío a la cama de nuevo. No dije nada, no valía la pena. Pero me corrían las lágrimas que iba absorviendo la almohada. Sólo al sorbetear, ya muy necesitada de pañuelos desechables, él se dio cuenta de que me sentía mal. Cómo no, comenzó una de aquellas conversaciones... “¿No vas a ir más a la universidad, verdad? No te exijo que lo hagas, pero hazlo por ti. Sólo quiero que me quieras. –sonrisa con ruido- Aunque para el proyecto de vida que necesito, requiero alguien profesional porque con mi puro sueldo no me va a alcanzar. ¡En todo caso no necesitas estudiar para ganar un sueldo! Pero necesito saber que quieres tener estas metas conmigo...”. Nuevos sollozos sobre la almohada, y un “basta” en mi garganta que jamás llegué a decir. ¿Qué saco? Si deben ser puras verdades. Suyas, pero verdades al fin y al cabo.

Mi única verdad en este momento es que quiero morir. Mal que mal no pedí nacer. De hecho fui de esos niños-condoro. Hasta pensaron abortarme pero no sucedió tal. Ahora quiero desvanecerme. Qué ironía, ¿no?

El ogro continuó su discurso por supuesto. “Piensas en ser abogado y te da lata verte vestida de trajecito encerrada en una oficina. –Touchè- Te pasó lo mismo con Ingeniería Comercial. Ambas, actividades muy lucrativas. Pero no quieres ser ni lo uno ni lo otro. A ti te gusta la la vida del veterinario. ¿Por qué no estudias veterinaria...?”. En este momento dejé de escuchar lo que me decía y una pequeña luz se abrió sobre mi cabeza. Uno de mis secretos mejor guardados es que me nació una vocación tardía pero muy intensa por los animales, sobre todo al poder convivir de cerca con ellos. Pero me invadieron mil miedos. Oí en mi cabeza a mis profesores diciéndome lo tan humanista que siempre he sido. Cómo botar otra carrera más, tradicional y en una de las mejores universidades del país, beca y crédito de por medio. Que tenía promedio 7 en todo menos en biología, y química, uno de los fuertes de veterinaria. No sería correcto siquiera pensarlo, ¿verdad?... ¡¿verdad?!

Al final el ogro me convenció de mandar a todo el mundo a la cresta. “No estudies por los demás ni te dejes influir, porque cuando uno está a las 4 de la mañana con puras ganas de acostarse y debe seguir estudiando, esas personas no estarán quemándose las pestañas contigo. Te veía de excelente empresaria o abogado, pero si esto te hace feliz, veré si se puede pagar un cambio de carrera. Total, te atrasarías un año más. Este que no hiciste”. Algo de razón debo haberle encontrado, porque busqué en internet y mandé mis datos. Fulana de Tal, PAA y PSU rendidas, con ponderaciones sobre 740, y notas de la Media 6,6.

Quienes me conocen saben que ya estudié dos carreras antes. Le rejuraba a todo el mundo en cada una de las oportunidades que era lo mío. -Quise convencer a mi inconciente- Mi puntaje y mis notas de niña matea me respaldaban. No sé qué pasó entre medio. Mi sicólogo dice que he estado buscando distintas formas de protección, tanto en las artes marciales, mi forma de ser, y otras tantas cosas. Las carreras son parte de este círculo vicioso supuestamente. Ingeniería Comercial me daba un bienestar económico que me brindaba seguridad. Derecho, aun cuando no me fuera tan rentable, me daba herramientas para protegerme de cualquier cosa judicialmente. Pero eso no significaba que me gustaran.

Además, ¿qué cresta haría yo en veterinaria? (... tantas, tantas cosas. Amo los animales, y me nace una vocación de servicio imparable con ellos...) Si ya me miraba raro la gente cuando sabía que me había cambiado de carrera y de U, ahora no sé qué vendría. No quiero tener que verle más la cara a nadie. No quiero seguir dando explicaciones. Quién sabe qué terminaré haciendo. Según el ogro, la idea de tirarse del 8vo piso no es factible. Lástima.

Finalmente las dos personas que iban a regalarnos perros para mi hermano se retractaron con excusas baratas.

Se me deshincharon los ojos y los labios, y ya boté el montón de confort lagrimeado del piso.

El plato de fideos con atún se enfrío finalmente, al lado de la cama del ogro que ronca tan tranquilamente. El mismo ogro que dice no poder dormir cuando estamos peleados.

Comentarios abajo (hacer click en Comments) o a


 
posted by C. at 5:33 PM | Permalink | |


0 Comments: