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Thursday, October 06, 2005
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6:16 am del Viernes 10 de Septiembre.Hoy día vinieron mis viejos a visitarme con mi hijo canino menor. El veterinario venía durante la tarde a sacarle un examen de sangre para comprobar que estaba todo ok. También nos informó que la hembra está “entrando en celo”. No pude dejar de sentirme extraña, transitivamente, por ella.

Sacamos a pasear a los peludos un rato al parque. Se siente super distinto pasar de andar con una hembra regalona, de tamaño medio y amistosa a andar con un macho grandote, más “guardián” y dispuesto a pelearse con quién sea fieramente por uno. Supongo que es casi la seguridad –y por qué no, el enfermo “poder”- de tener una especie de arma.

Nos encontramos con otras personas que habitualmente pasean a sus perros en el parque. Tratamos de ver si un pitbull se llevaba bien con nuestro perro, pero luego de olfatearse, se odiaron. A los segundos después, mientras la gente, acostumbrada a vernos con la hembra, nos felicitaba y se sorprendía de ver al que conocieron como cachorro convertido en todo un “magnífico ejemplar”, llegó un tipo conocido con su perro, relativamente similar al nuestro. Me dio lata porque nos vio desde lejos y se acercó igual, cuando es sabido por todos que su perro es agresivo con hembras y más aún con machos. Su cara era de clara incredulidad, porque hacía tiempo no veía a nuestro perro y la vez anterior el suyo había sido el más grande, el más fuerte.

Me puse alerta porque efectivamente al acercarse y olfatearse los perros, comenzaron a ladrar fuertemente mientras enseñaban los dientes, furiosos. Me dio rabia porque este tipo siempre ha podido controlar al suyo, y ahora entre risitas pseudo-nerviosas simulaba no poder sujetarlo bien. Por su parte Fulano, quien bajó conmigo al parque, tampoco retrocedía con el nuestro; vi en su rostro que se sintió desafiado, y no iba a retroceder. Creo que si ambos hubieran podido meterse dentro del cuerpo de los respectivos perros y se hubieran podido trenzar en tamaña pelea, lo habrían hecho.

No lo pensé, -no suelo pensarlo mucho cuando se trata de mis hijos caninos o de mi familia- y me puse en la mitad de los dos perros, ordenándole a ambos "contrincantes" que retrocedieran con ellos. Mal que mal no tienen la culpa de que sus amos no nos llevemos bien. Finalmente todo terminó con el inútil intento de probar que el perro del tipo era el más grande. Guardé silencio. Los hechos hablaban por sí solos y la gente que estaba ahí en el minuto lo tenía claro también. No pude evitar sentir un dejo a triunfo sobre el eterno burlón ahora derrotado.

Me estuve entreteniendo más de lo que quizás era lógico con los pensamientos sobre nuestro hermoso perro. No quería pensar mucho más. De hecho hablé trivialidades con Fulano cuando volvimos a la casa. Incluso me puse a ver Robotech, una serie de dibujos animados gringos. Hasta que murió uno de los personajes. Y ya no pude seguir negando más el tema en mi cabeza.

Antes de salir a pasear al parque, cuando recién llegaron mis viejos, mi vieja saludó, se sirvió bebida y me contó las novedades. El médico llamó de urgencia a mi madre a su consulta. Unos exámenes salieron malos y debe operarse. “Esa cosa al cuello del útero... al interior”, nos dijo, indicando su estómago, “pero no hay de qué preocuparse porque el doctor dijo que ella tiene un 100% de probabilidades de quedar bien porque se detectó el asunto a tiempo. Y en la familia no ha habido casos de... Ella hasta está muy tranquila, y es algo ambulatorio”. La palabra que nadie quiso decir es cáncer. Me costó hacer click en mi cabeza, y me sentí culpable, tan culpable...

Quizás fue miedo irracional a esa sensación que pensé ya olvidada. Como cuando me dijeron que mi primera cachorra estaba algo extraña, así que le mandaron a hacer unos exámenes de rutina. Tres días después estaba enterrada en el patio de mi casa y yo me había quedado sin una compañera inseparable, prácticamente una hija, que me brindó en esos cuantos meses lo que muchas personas no me habían brindado en años. Supongo que para quien lea esto será difícil de entender. Pero sólo es.

Miles de imágenes pasaron por mi cabeza a mil por hora. Vi a esa mamá siempre tan distante y con la que nunca tuve comunicación ni confianza, llorando. Ella siempre ha sido tan buena para llorar, por qué no ahora... Pensé en mis hermanos. ¿Los volvería a ver si ocurriera el peor de los casos? No creo, y no iría a visitarlos. ¿Tener que encontrarme con ese asqueroso...? No. Definitivamente no. “Ya, suficiente”, pensé, mientras un estremecimiento recorría mi espalda.

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posted by C. at 5:31 PM | Permalink | |


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