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Thursday, October 06, 2005
Paréntesis cegolla (AKA Memories)
Estaba hablando con un amigo recién. Le presenté a una amiga y según entiendo se cayeron bien, salen pa varias partes y todo o.k. Yo le digo que se la juegue porque ella es super buena persona, etc. Él se ríe y me dice “¿y qué quieres? ¿Que llegue onda “hola muñeca, aquí está tu macho”?”. Sin pensarlo le respondí “¡¡síííí!!”.

No alcancé a terminar de reírme, cuando me vino una imagen a la mente y me puse roja. Igual que ese día. Me dio ascensorcito en el estómago, y me emocioné como hace muuuucho tiempo no me pasa...

Me junté con unos amigos hace fácil 5 años. Plaza Italia, fuera del teatro de la Chile. Me acuerdo perfecto. Tipo 22:00 de un sábado de invierno. Nos fuimos “el lote” a tomar unos traguitos a un bar por ahí cerca.

Dentro de la gente, éramos 5 mujeres, de las cuales una niña que pololeaba con alguien del grupo, junto con la mejor amiga, se fueron tempranito. Y éramos como veinte. ¡Glup!

Recuerdo que frente a mí se sentó un tipo francamente estupendo. Como a mí me gustan. Delgado pero no flaco, más alto que yo, muy buena pinta, indiferente con nosotras –a diferencia del montón de jotes que revoloteaba alrededor nuestro- y esos ojos... ufff... ¡no tengo palabras para describirlos!

Me quise hacer la cool y le pedí un cigarro con cara estudiado de semi aburrimiento. Me acercó la cajetilla y cuando estiré la mano para sacarlo, la alejó y mirándome directamente a los ojos, me dijo “un cigarro por un beso”. Y sonrió. Quedé con la mano estirada, me puse roja, y mi corazón comenzó a latir a mil por hora. No podía ser verdad. ¿¿¿Semejante mino me decía eso a MÍ, pobre mortal??? WOW!!!

Desde ese entonces me tuvo rendida a sus pies fácil 2 ó 3 años. Me hacía bromas del mismo tono siempre, y yo siempre me emocionaba a concho, no podía responderle, se me cortaba la respiración... De sólo acordarme me arde la cara nuevamente.

Pero llegó otra tipa al grupo, que le tincó, en un principio. Yo estaba ya enganchada, me dolió que de la nada cambiara sus bromas y afectos de golpe por ella, y me alejé del grupo fácil un año. “Total... hombres hay tantos”.

Una de las niñas de ese primer encuentro era compañera mía de universidad en ese entonces. Así que siempre supe a lo lejos cómo estaba la cosa. Hasta que me enteré –lo que son las malas lenguas- que la niña en realidad no le gustaba al muchacho en cuestión porque era gordita, no era su tipo, dramas varios.

Me la jugué y reaparecí en escena. Con un año más de experiencia (y varios pinches a mi haber en el intertanto cof cof) llegué en gloria y majestad. Él me llenó de halagos y ahora fue la otra niña quien sufrió lo que yo había sufrido antes. Pero me dejé querer y coqueteé descaradamente esta vez. “Total, qué pierdo.” Él me invitó a su facultad –éramos compañeros de universidad a todo esto- como desafío, a ver si “cara a cara” seguíamos con los comentarios comprometedores.

Me las arreglé –tenía prueba al otro día, la irresponsable- y partí. Me senté al lado de unos pilares y saqué cínicamente un libro de cálculo, jurando que estudiaría algo. De repente lo vi llegar con unos amigos a la puerta de la facultad. Miraba constantemente hacia la puerta, donde supuestamente íbamos a juntarnos. Lo espié fácil 20 minutos desde detrás del pilar.

Al final se dispersó el grupo y él volvió a la biblioteca. Ahí tomé aire, me levanté, y lo hablé. Se detuvo y sonrió. Me derretí y me volví a derretir por dentro mientras luchaba por mantener mi cara de cool por fuera.

Me mostró unos textos que estaba estudiando –iba a dar luego su examen de grado- y luego me hizo un mini tour por el campus. A mí poco me importaba el paseíto y sólo esperaba mis 5 minutos para jugármela. Pero él no mostró mucho más interés. De hecho estando los dos solos se volvió más bien bromista pero de una forma ...tímida.

Pasaron tres horas, y partimos a juntarnos con unos amigos a otro bar del lugar. Pedimos unos tragos, y mientras esperábamos, le volvió lo galán delante de la gente. Me abrazó, me tomó la mano y me acercó a su pecho, con sonrisa de campeón. Me puse tan nerviosa –dicho sea de paso, después haberle negado y recontranegado a todos que me gustaba- que me llegué a levantar del asiento y le dije que era suficiente, entre risas nerviosas y mejillas sonrojadas.

Al poco rato el tipo dijo “ya, las ocho, me voy”. “Tan pronto”, pensé desilusionada. Hice un último intento de jugármela y pregunté si alguien quería cigarros porque iría a comprar una cajetilla a un kiosko cercano. “Esta es la mía”, me dije.

Finalmente me quedé con una cajetilla de cigarros que me duraría fácil mes y medio después, y un “chaíto que estés bien”. Envenada, como se dice.

No me comuniqué con él en mucho tiempo más. Incluso me puse a pololear con el ogro en ese período, o sea desconexión total del tema.

Volví a saber de él cuando llevaba un mes justo de pololeo. Ahí, entre broma y broma, le dije, ya sin pelos en la lengua, que lo encontraba absolutamente guapo. Eso desencadenó una especie de confesión por parte suya, donde juró que me encontraba ultra atractiva (¡¡...yo!! ¡¡... YO!!), que le gustaba desde hacía mucho tiempo y que me invitaba a salir, ambos solamente, para probar suerte de una vez y con las cartas sobre la mesa.

Quise matarlo. Quise llorar. Quise gritar por la injusticia. Le dije inmediatamente que estaba pololeando con mi mejor amigo y que lo sentía mucho pero que había pasado su media hora. – A pesar de los consejos de algunas de mis amigas jojojo- Primero no supo qué hacer. Acto seguido, me felicitó. Y entre conversa y conversa me dijo que no le importaba ser “patas negras”, que mi pololo no tenía por qué saber si no le decía.

Me dio una ira atroz. Malditas injusticias de la vida. Sobre todo porque después nos contactamos por teléfono, internet, etc mucho más seguido que todas las ocaciones anteriores en que me había interesado y yo era “soltera”.

Seré mal genio, llorona, arrebatada, lo que quieran. Pero soy fiel como un perro. Así que con el dolor de mi alma le dije que por favor ya no me llamara, no me ofreciera las mil maravillas que debió ofrecerme antes. Que siempre lo iba a encontrar estupendísimo. Que tal vez, si más adelante nos volvíamos a encontrar, ambos sin compromisos...

Creo que una vez más volvió a llamarme. Tipo 3 am como siempre ha sido su costumbre. –Ahhhh!! (suspiro) me encantan los detallitos y las sorpresas como esa- Pero esta vez contestó mi pololo, enojado por la hora. Él colgo y después me mandó un mensaje, diciendo que se había acordado de mí. Incluso me contó que estaba pololeando con una niña que había conocido hacía un tiempo. (¡Plop!)

¡Qué recuerdos más lindos! Realmente espero que le haya ido bien con esa persona. Y espero que me vaya bien a mí también. Ja.

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posted by C. at 5:34 PM | Permalink | |


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