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Thursday, October 06, 2005
Histérica
Ando apestada. No voy a negarlo ni a hacerme la light o la buena onda. Tal cual...

Mi perra anda en celo. Su primer celo. Según los cálculos del veterinario, el fin de semana pasado iba a pasar lo más terrible, porque ella iba a estar receptiva y cuanto macho hubiera en kilómetro a la redonda iba a estar en la puerta de mi casa. Ya, filo, total fui yo la que no le quiso enchufar anticonceptivos, así que aperro.

Nos fuimos a la playa, aprovechando el auspicio automovilístico de mis padres que también fueron para allá, nuestro otro perro incluido. Todo super bien. Incluso con el perrito aullando, rasguñándonos la puerta en las noches, y desde adentro del dormitorio mi perrita linda tratando de salir. “Linda naturaleza”, sonreí con ruidito, haciéndome el ánimo, durante esos días.

Pasó esta semana y todo bien. Igual mi perra salió poco porque yo he andado hueveada. Además, los perros eran correteables. Filo. Hoy día –hoy noche- salí al parque como todos los días, vi a un amigo y nos pusimos a conversar. Había una vieja con una beagle y otra con un poodle sicótico que desde que conoce a mi perra se la ha tratado de montar de todas las formas imaginables. Pero como no estaba en celo esas veces, daba lo mismo. No se le ocurrió a mi cabeza de pájaro que esta vez sería diferente.

Llegó un perrito callejero que acababan de botar. De hecho tenía placa con teléfono y nombre: “Tau Tau”. No había bajado con celular así que no pude llamar a los dueños. Se entusiasmó con mi perra y se quedó en los alrededores. Llegó otro perro, mezcla de cuanto perro conozco. También se quedó. Así se quedaron unos cuatro perritos tan desagradablemente amistosos. (No, no amistosos. Asquerosamente hornies.)

De repente miré para el lado. Mi perra estaba a unos diez metros, cola hacia el lado y con el galán mezcla-de-todo listo sobre ella, sin querer bajarse. Corrí como pude y lo saqué. El bicho bailaba en el aire y juraba que estaba teniendo el mejor sexo.

Cuento corto, estuve todo el rato alejando galanes. Hasta que volvió de su paseíto la señora del poodle ninfómano. Sin considerar por un segundo mi situación, dejó a su perro tratando de montar a la mía. Me vi luchando con 3 ó 4 perros más encima, y la vi a ella tan contenta, que me enojé, y le pedí con la poca educación que me quedaba que se corriera con su perro. Haciendo otro tanto, me corrí unos 15 metros, amarrando a la canina, y sentándola a mi lado. Llegó la señora con su cara sonriente a soltar al perrito al lado mío. De hecho su cadena me raspaba la pierna porque el perro más tiraba mientras yo más me corría. La odié, exclamé un enfurecido “¡Me la llevo! ¡No es posible (tanta estupidez)!”.

Llegué al departamento. Desperté al ogro –que anoche no durmió y a las seis de la tarde se desmayó al llegar de mal humor del trabajo- para que me acompañara, y para que se levantara y preparara sus clases para mañana. Volvimos al parque y los perros andaban entusiasmados aún, pero llegó un amigo que tiene un pitbull y los espantó. Lo amé. Pero el pitbull tratraba de montar mi pierna, a mi perra, la pierna del ogro, a mi perra de nuevo... Uff.

Me senté, agotada, en una banca. Se sentó el ogro a mi lado con la perra mal afirmada con la correa. Un integrante del fans club perruno estuvo a punto de montarla y el ogro por supuesto no hacía nada. Le dije, ya francamente molesta y cansada, que alejara al perro con el concho de buena educación que me quedaba. Él no encontró nada mejor que tildarme de histérica frente al dueño del otro perro, reírse en mi cara y no hacer nada.

Pasó un rato en el que lo único que quería era venirme para el departamento. Tenía rabia y mucha pena. La maldita palabra retumbaba en mi cabeza. Histérica. Histérica. Histérica.

Nos despedimos al fin del dueño del pitbull y nos vinimos. El ogro me enreda las piernas con la correa de la perra y trata de cortarme el paso, haciéndose el simpático. Lo corté con una frase dura, y entré por fin. Él, como cada vez que hace una estupidez y no quiere pedir perdón, se fue a dormir taimado, sin decir una palabra. Como ya es habitual, estoy aquí frente al computador con ganas de llorar y de perderme en el infinito. Seguramente mañana habrá otra flor de quinientos pesos chorreando mi teclado.

A veces me cuestiono seriamente si esto es lo que llaman amor. Porque no lo parece.

Estoy tan cansada...

 
posted by C. at 5:33 PM | Permalink | |


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