El miércoles en la mañana iba a acompañar a mi viejo a buscar al Hormigo al aeropuerto, pero necesitaba lavarme el pelo y ducharme urgente. Ya es medio humillante pedirle a alguien que te ayude a lavarte por pedazos porque hay partes que simplemente no puedes hacer por ti mismo, pero mi vieja estaba más encima ocupada, así que de ir, tendría q ir sucia. Me dio ataque de frustración, y ¡me puse a llorar! Menos mal que me duró poco la pendejada, y fue un llanterío de adulto: puros mocos. Lo que sí, me quedé en casa.

El vuelo llegaba tipo 9:30. Eran las 11:30 y no llegaban. Me pasé mil rollos en ese rato, que se me hizo eterno, pero tipo 12 por fin pude abrazar a mi maridín. No podía ni saludarlo, porque tenía un cototo tan grande de puro emocionada. Por fin después de cuatro meses lo tenía al lado de nuevo…

Me alegra que el Hormigo esté aquí no sólo por lo obvio sino por “apoyo moral”, porque finalmente me ocurrió el cliché del gordo operado, que es operado del estómago pero no del cerebro, y los olores de las comidas me han hecho sufrir lo indecible. Creo que puedo oler el asado de un vecino a cuatro cuadras, casi al nivel de un perro de narcóticos, y una galleta de agua me parece lujuriosamente atractiva. No pensé que fuera a ocurrirme, porque me operé súper mentalizada, pero finalmente sucedió y es bien fuerte. Realmente se hace fundamental el apoyo de los familiares y amigos porque cualquier simple comida o picadillo ajeno pueden transformarse en una tortura para uno.

Antes de ayer tuve mi primer control post operatorio con el doctor Berry. Me sacó el drenaje -con su manguerita de aproximadamente un metro y medio-, me pesó (ya bajé 1,7 k) y me dio indicaciones para hacer actividad física. Básicamente quiere que la próxima semana esté yendo al gimnasio a hacer bicicleta y caminadora 30 minutos por día in crescendo hasta que al llegar a la 4ta semana ya haga una hora. En esa cuarta semana ya tendría permitido hacer aeróbica, baile, y deportes de competición - ¡ehhh! -. Igual me parece extraño, porque se supone que no voy a bajar tanto en ese período para andar tan activa, pero si el doc lo ordena, “de allá somos”. Si todo sale como esperamos, podría darme autorización para partir a USA en marzo, pero advirtió que puede ser más tiempo - ... -, debido a que los 6 primeros meses deben ser muy aprovechados ya que son críticos en la baja de peso.

Ahora ando inventando entretención para la Nochebuena, ya que no me veo sentada con mis familiares ante la mesa de manjares que todos los años se preparan. Supongo que por esta vez como gran excepción podrán dejarme ¡por último! jugar playstation al ladito de ellos en el living a ratos, jiji.

Comprenderán, colegazos blogueros, que voy a andar medio perdida en estos días, pero por ahí por los 1ros días de enero me pongo al día . Gracias por los ánimos y los buenos deseos, tengan un rico fin de semana y hagan una hormigatón para una aspiradora antiolores, muahahah.

Dudé un poco antes de contar mi experiencia, porque lo que menos quiero es que algún candidato a las distintas cirugías de obesidad pueda, al leer estas líneas, asustarse y echarse para atrás, pero decidí hacerles un resumen con toda la verdad. Aquí va.

Al par de horas de ingresar me bajaron a pabellón. Me empezó a dar ataque de nervios pero traté de pensar en "Grey’s Anatomy"… y no me resultó. Gracias a Dios me pusieron luego la mascarilla de la felicidad, así que alcancé a rezar un mareado Padrenuestro y a dormir. Desperté vomitando hasta por la nariz, con unos dolores atroces. Una voz masculina daba instrucciones: “¡incorpórenla, levántenla que se puede ahogar, límpienla!”. Rápidas manos actuaron. “¡Ya, está despertando!”. La mascarilla de nuevo.

Cuando abrí los ojos pegoteados, desperté en el infierno. Tenía que haberme muerto porque ese dolor que me carcomía las entrañas no era humano -¿conté que la máxima cirugía que había tenido era dental…?-. No podía respirar, seguía vomitando super seguido y el frío parecía intensificar todo. Sentí ruido de playa, y alguien que me invitaba a caminar y a tomar helado. Caché que estaba “rallando la papa” heavy. Pasó una guagüita con chupete y su familia detrás. Me conmoví. Le sonreí bobamente y ¡paff! “¡Está desaturando! ¡Y está vomitando de nuevo! ¡Llama al doctor Asdf!”Al final una ¿enfermera? echó unas maldiciones: “se ensució, hay que cambiar…”. Comenzaron a moverme entre cuatro personas y a lo lejos escuché como una persona gritaba: “¡¡Me duele demasiado, por favor no me muevan tanto, se los suplico, ahhh!!” Al rato caché que los gritos eran míos. (…)

Pasaron cinco horas en vez de las dos y media programadas y seguía en Recuperación. Me negué terminantemente a que ningún familiar entrara a acompañarme, hasta que fui enviada a Cuidados Intermedios. Cuando reaccioné, tenía como 3 “vías” – las agujitas con mangueras por donde ponen el suero y los remedios- en la mano izquierda, un dedo con un clip que supongo tomaba el pulso, la mascarilla con oxígeno a full, vendas neumáticas aparte de las otras medias apretadillas para evitar coágulos, una máquina q me estrangulaba el brazo para tomar la presión a cada rato, los electrodos, el drenaje colgando de la guata y un kinesiólogo me hablaba a todo escape que tenía que respirar mecánicamente, algo de “pulmones medio desinflados”, “neumonias” y cosas. La boca, pastosa y pegada.

El segundo día también lo pasé en el limbo, y lloriqueaba del dolor. Enfermeras al rescate. Tres o cuatro doctores en la pieza alegaron los pros y los contras de algunos remedios. Que “no era lo esperado”, que “hay que estabilizarla”. Mi vieja me tomaba la mano con los ojos vidriosos.

El tercer día me cambiaron los remedios y por fin pude respirar, ahora sin mascarilla sino con esa manguerita q meten en la nariz. Pude caminar con la kinesióloga 50 minutos agarrada de la maquinita de los “pip pip”, me permitieron ver tele sentada en el bergere – gracias santo cable por series concedidas-, me hicieron exámenes que salieron todos bien, y el doctor Berry hasta me dejó tomar un tecito tibio. ¡La Hormiga más feliz que perro con pulgas!

Incluso esa tarde me llamaron ene personas, y fueron a verme una amiga y los papás del Hormigo – dicho sea de paso, el tío Hormigón me dejó unas lucas para que pidiera una x-box a la pieza, pero terminé pidiendo un notebook un ratito no más, jiji-. Me pasaron a sala normal para el último día en la clínica.

Hoy me costó ene despertar, pero andaba muy feliz. Ya me las ingeniaba para bajar sola las piernas de la cama, y acarrear la maquinita y el suero. Iba al baño feliz y hasta me duché (la mitad y de a presas, por las heridas, pero ¡me duché!). Me llamaron otra amiga y Hernán Francisco, lo que aproveché para contarles que ya me venía a casita.

Tengo que ir a control para que me saquen el drenaje y los parches el miércoles, y de ahí para adelante, a comenzar con las papillas y jaleas varias. Pero es una maravilla al lado de la sufrida del principio, así que lo voy a hacer feliz, y les voy a ir contando.

Mis saludos respetuosísimos e idolatreros para las maravillosas y guapas enfermeras, auxiliares, kinesiólogos y para los doctores -en especial al doctor Marcos Berry- de la Clínica Las Condes. Hicieron mi estadía mucho mucho más amena esos días. Así da gusto mejorarse. Nuevamente gracias a Marcelo Schatloff de la Corporación Baros, ya que sin su impulso esta aventura no habría sucedido. También gracias a mi familia que está "aperrando" de manera increíble, a los amigos que fueron, a los que aún llaman, a los que prometieron caer esta semana de visita, y a los colegas blogueros que están apoyando con fuerza. ¡Gracias totales!

Nota: No incluyo fotos de la hospitalización porque no le encontré sentido a subir una con cara de atropellada-por-camión, jej.

(*) Imagen desde cirugiadeobesidad.cl

El doctor Marcos Berry y su equipo van a realizarme una gastrectomía en manga, para así poder combatir de manera más definitiva un sobrepeso –el término correcto es “obesidad mórbida”- donde ya no había dieta ni ejercicio que pudiera ayudar, y que me tenía en un estado de salud cada vez más delicado. La parte estética, que es única que se ve afectada ante los ojos de los demás, se volvió un tema secundario. El hígado graso, la resistencia a la insulina, glicemia alta, hiperuricemia, hipertensión arterial y prediabetes declarada, entre otros varios, se hicieron presentes en mi panorama, y había que hacer algo.

Este mes y medio ha sido el más heavy que he tenido en varios años. No se imaginan la cantidad de exámenes, visitas a médicos varios, peleas con la isapre y otros trámites engorrosos que he tenido que hacer. Pero con perseverancia, con la imprescindible ayuda de la Corporación Baros –¡gracias “San” Marcelo por todas las gestiones!-, que preside mi doctor, y el increíble apoyo de los profesionales de la clínica, hemos podido sortear cada una de las dificultades.

Todo el mundo me deseó suerte a montones luego de la última cita preoperatoria que tuve hoy. Cuando me decían “te va a cambiar la vida”, les agradecía y sonreía, pero las asistentes del doctor me corrigieron: “No es sólo de cortesía. Te va a cambiar la vida de verdad”. Las miré unos segundos y ni siquiera pude dimensionarlo...

Agradezco desde ya todas las buenas vibras y los rezos. Entonces, nos leemos la próxima semana ¡Deséenme suerte!

(*) Imagen extraída desde baros.cl