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Thursday, October 06, 2005
quien nace trabajólico...
“¿Supongo que para Año Nuevo iremos a tener un tiempo para… nosotros?”, le pregunté al ogro, medio en serio, medio en broma, enrostrándole entre medio que hace como dos meses sólo sabe de trabajos, de amanecerse en el computador o jugando playstation y dormir unas horas de día después de trabajar.

Guardó silencio. Guardé silencio, incómoda. Luego, las palabras parecían salir de mi boca, solas: “¿Qué te pasa? ¿Te gusta otra persona? Porque claramente ya no te gusto, ¿verdad?”.
La respuesta no se hizo esperar: “No, no me gusta nadie más. Es que por mí, yo vegetaría y no haría nada más.”A estas alturas también me había ido a jugar a las famosas carreras de autos, luego de varios fracasos tratando de llamar su atención más temprano durante la noche. Pero su última respuesta me descolocó, y una tristeza incontrolable llenaba mis ojos de lágrimas.

Me incorporé del sillón, musitando unas desabridas excusas, y me fui a acostar. Por último en la oscuridad de la habitación una puede llorar a gusto y desahogarse un poco. Sentí pasos siguiéndome y los maldije mentalmente.

“Tenemos que hablar”, dijeron los pasos atrás mío. “Ándate”, respondí. Luego de llamarme con un par de nombres diferentes al mío, se quedó afuera de la habitación. Me desvestí y me puse pijama. Me acosté, cerré los ojos con fuerza, y en vez de ruido ambiental, escuché con claridad un chirrido de frenos y música electrónica. El ogro, sin inmutarse, se había ido a jugar de nuevo.

Me puse a llorar amargamente, tratando de que la almohada tapara un poco mis sollozos. Pero como nuestra perrita más grande se sube a la cama, la tenía llena de pelos. Tuve que levantar la cabeza para no ahogarme, y lloré sin querer con un poco más de ruido.

El tipo puso en pausa la consola en cuestión, y se levantó. Prendió la luz y trató de acostarse a mi lado, haciéndose el simpático. Le exigí (no mentiré diciendo que fui amable) que respetara mi espacio y se fuera de la habitación. Partió a jugar nuevamente.

Ya una vez que me tranquilicé un poco, me dieron unas ganas locas de escribir, porque para lo único que me sirvió llorar fue para que se me hincharan los ojos, pero el cototo de pena quedó igual. Así que me vine a la mal llamada oficina, a escribir al computador.

Llegó el ogro rezongando las mismas tonteras de siempre, recitándome el mismo rosario de las pruebas, que se le fue la hora, y… no sé qué más. No quise escuchar más. Me puse a leer el foro que siempre reviso. Lo ignoré hasta que desistió y se fue. Me di cuenta de que ya no quería escuchar más excusas baratas que podía recitar de memoria. Noviembre pasó hace rato, y este tipo sigue igual de idiota y cansado. Qué mierda.

Mientras escribía estas líneas resentidas ya de tanto jugársela por nada, medité lo buena idea que era estar demasiado ocupada yo también. Quizás sea extremo, pero si le importara, me imagino que me buscará. O por último, y por sanidad mental, ya nos damos cuenta que nos da lo mismo que el otro no esté.

A ver qué pasa. Y que quien lea las líneas de este blog aprenda que no hay peor compañero para elegir que un profesor, porque le serán excesivamente fieles a su trabajo y lo amarán por sobre todas las cosas, incluso por sobre uno mismo.


 
posted by C. at 5:39 PM | Permalink | |


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