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Thursday, October 06, 2005
AAAAAAAAAGHHHHHHH
Me gustaría que alguien me dijera con certeza que vale la pena invertir tanto tiempo y esfuerzo en estudiar, perfeccionarse, obtener un trabajo y vivir esos primeros años de inestabilidad laboral, económica y sobre todo personal. Que hay una vida decente después de eso.

Debo ver a mi pololo matarse trabajando día y noche, llegar tardísimo a dormir un poco para comenzar una jornada más y ganar duramente ese sueldo que a veces no es suficiente para las cuentas. Verlo sin fuerzas para llamar a sus amigos y salir, para que hagamos algo más que la rutina diaria, o incluso para terminar ese magister que comenzó con tantas ganas. O encontrarme con ese gran amigo que tiene como cuatro trabajos para llegar apenas a final de mes - a pesar de sus muchos estudios y muchas especializaciones-, que hace días no ve a su pareja a pesar de vivir con ella porque las pocas horas que duermen -y por ende, las únicas que pasan en la casa- no coinciden, y que ya ni siquiera tiene amigos porque se aburrieron de llamarlo y que él jamás pudiera verlos. "Dos meses sin ver a mis padres y no creo que pueda saludar mañana a mi viejo en su día", me decía. "No aguanto más, no puedo seguir así, estoy hecho pedazos..."

Salgo a pasear a las perritas al parque frente a la casa y me encuentro con otros conocidos que ya tienen unos cuantos años más que nosotros en el mismo training desgastador. Licenciados, magísteres y doctoras, mientras pasean a sus mascotas, me cuentan que tampoco les alcanza el tiempo ni el dinero a pesar de que no son sus primeros años laborales, y que sienten que sus vidas son muy afectadas por ello pero que no tienen opción. "Sí pues mi niña", suspiraba una de estas personas, "fuimos al médico el otro día, porque queríamos ponernos en campaña para tener un hijo, y nos dice que para asegurar un embarazo debíamos intimar unas tres veces a la semana como mínimo. ¡¡Tres veces!! Si llegamos tan cansados que con suerte nos alcance con una vez y media cada dos semanas... Creo que una vez más lo pospondremos para más adelante, aunque ya no me está quedando mucho tiempo para embarazarme por la edad..."

Es entonces cuando uno mira a las personas que, ya habiendo tenido una vida completa de trabajo, debieran estar gozando de sus frutos y del bien merecido descanso: la gente mayor. Pero tampoco pareciera ser así. Algunos, como el que fuera conserje de mi edificio, aún deben vivir constantes inseguridades laborales, económicas, personales. Un día conserje, otro día taxista, otro día lo que venga y que de unos pocos e indispensables pesos. O mis viejos que en este momento se ven más sobrepasados que nosotros mismos. Muchos de los viejos de nuestros amigos, lo mismo.

Es cosa de detenerse un segundo a mirar a la gente que pasa en la calle, la micro, el metro. Ojeras, espaldas curvadas, estrés, algún grado de agresividad descargada bajo cualquier pretexto a cada segundo, rutina, soledad y hastío cuando el celular que suena es el propio. No importan los estudios, la edad, el sexo. Sólo rostros agobiados. ¿valdrá efectivamente la pena vivir si es para vivir siempre así?

Tengo rabia, quiero gritar. Si no escribo más, es porque decidí llenar la bañera con agua, sumergí la cabeza y no la saqué más, ja.



Quien quiera aportar con un coscacho virtual o alguna frase o realidad esperanzadora, serán absolutamente bienvenidas por este alicaído espíritu.

 
posted by C. at 5:44 PM | Permalink | |


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