RATONEANDO - Main Blog
Tuesday, April 11, 2006
Aventuras de la Abuelita Corazón (1)
Tuvieron que reconocerse sobrepasados por los hechos, y decidieron pedir espacio para vivir en la casa de la Abuelita un tiempo. Era la mejor opción: un barrio tranquilo, buena gente, espacio para las perritas. En una palabra, tranquilidad. Había días en que parecían existir ciertos momentos sombríos en los ánimos, pero Ellos inmediatamente lo racionalizaron como resabios de las peripecias que habían vivido durante los meses recientes, y sonrieron.

Aproximadamente seis semanas después de haberse mudado, Ella decidió tomarse el día para hacer unos trámites. Se había amanecido toda la noche para hacer un favor a Él, pero este sin agradecerlo, incluso se levantó de mal humor y la regañó. Dolida, Ella discutió con Él, pero ambos sabían que lo resolverían cuando volvieran a verse en la noche. Inmediatamente después, Ella fue a tomar una ducha, y sintió que trataban de abrir la puerta del baño.
- ¿Qué p--?
- ¡Aaargh, qué carácter!- interrumpió la Abuelita con amarga voz.
- ¡Pero qué he dicho!- exclamó Ella sorprendida.
- ¡¿Que acaso te levantaste muy temprano el día de hoy y estás muy cansada que amaneciste así de idiota?!
- … !!!! – Mientras Ella salía hacia su habitación no cabía en sí de asombro- ¿Hay algún problema--?
- ¡¡Claro que tengo problemas!! Lo que pasa es que tú… - La Abuela apenas contenía su ira mientras sujetaba el pomo de la puerta- ¡Ay, ¿es que acaso me vas a pegar más encima?!
- Pero quién te va a pegar, ¡no seas ridícula! – trató de bromear Ella con nerviosismo mal contenido, pero la risa jamás salió de su garganta y el baño se cerró con estrépito.

Sintiéndose herida por los acontecimientos esa mañana, lloró escondida en la habitación. Al rato se levantó a alimentar a las perritas. Sobre todo ahora que una de ellas tendría cachorros. Pero fue esa precisamente la que no quiso comer, y por tercer día consecutivo. De todas maneras no se preocupó porque todos en la casa sabían que sólo debían alimentarlas con pellets según órdenes del doctor. “Cosas de la gestación”- se justificó.

Fue a la cocina a devolver el alimento al saco para mantenerlo fresco. La Abuelita estaba ahí y hablaba con alguien en voz baja. Por algún motivo Ella se quedó escuchando.
- … y eres fea, chica, bien fea. Vas a tener hijos y van a ser guachos. El papá se va a desentender y no los va a querer, chica fea…

Sin dar crédito a lo que escuchaba, Ella se asomó en silencio, y vio a la Abuelita que jalaba las orejas de la perra, le tiraba trozos de pan añejo y esperaba que los comiera para darle palmazos en la cabeza. Confundida, se devolvió al comedor, dejó la bandeja con alimento por ahí encima y llamó a la perrita para que jugara en el patio.

Con toda la amabilidad que pudo, relató durante el almuerzo las dificultades que tuvo para que su mascota comiera, y recordó discretamente que esta sólo debía comer lo que le correspondía. Así, confió en que no se repetiría el episodio de la cocina.

A la mañana siguiente, se escucharon golpes airados en la puerta de la habitación de Ellos. Era temprano, todavía no llegaba el sol a la ventana, y entre sueños, Ella comenzó a escuchar:
- ¡… hace tanto rato! Bueno, ¿conque no acompañaras al Abuelo a sus trámites a pesar de tener el brazo enyesado? ¡Le diré que te negaste y lo enviaste a conducir solo! ¡Solo…!
- ¿Qué pasa? ¿De qué estás hablando? ¿Tengo que acompañar al Abuelo a dónde? ¿Pero de qué hablas, si no me habías dicho nada? – Balbuceó Ella atropelladamente, todavía dormida, mientras se incorporaba en la cama.
- ¡Eres una ingrata, mala gente, desgraciada! Bien, ¡¡gracias, muchas gracias!! – seguía vociferando la Abuelita a mayor volumen cada vez, mientras trataba de cerrar la puerta de un golpe. Ella, ya sobrepasada, replicó: - ¡Qué idiota!
- ¡Huevona!, eres una ¡¡¡HUEVONAAAA!!! – se escuchaban los alaridos por el pasillo y el comedor. En eso, se escucha un golpe en la puerta exterior y los pasos apresurados del Abuelo: - ¿Qué pasa, Abuelita, qué pasa?- La Abuelita repentinamente se calmó, y le explicó casi consolándolo, que Ella se había negado a levantarse temprano y a acompañarlo a pesar de estar con su brazo en cabestrillo, y que incluso la había insultado duramente a viva voz…

Ella simplemente decidió no salir de su habitación por un buen rato, porque temía un nuevo arrebato ira de la Abuelita, quien estaba cada vez más descontrolada. Sabía que si las cosas pasaran “a mayores”, no podría sino defenderse. Para que no la escucharan hablando, le envió mensajes de texto a Él, que estaba en el trabajo, contándole lo sucedido. Ya no parecía tan buena idea haberse mudado a ese lugar.


(*)Imagen tomada desde elskidsstuff

 
posted by C. at 5:14 PM | Permalink | 0 comments | |