Hoy venía saliendo de la universidad con una amiga tras unas horrorosas evaluaciones de anatomía. Tomamos la micro, cansadas, y nos sentamos atrás por el lado del chofer, pero sin alcanzar a quedar frente a la puerta trasera.

A los cinco minutos de recorrido, sentimos un ruido, saltaron vidrios y polvo, y la micro pegó un frenazo. “¡Chocamos!”, fue lo primero que pensé. Casi instintivamente, todos miramos hacia atrás esperando ver la micro como acordeón, otro bus en estado deplorable o huellas del accidente.

De repente nos damos cuenta que el chofer se había bajado con un fierro y estaba tratando de golpear a un tipo de unos dieciocho años que había arrojado una piedra a la puerta de atrás, cuyos vidrios estaban hechos añicos. Un señor que venía detrás nuestro me mostró “el camote”. Si yo empuñaba y juntaba mis manos podía asemejar un poco el tamaño de la piedra.

Afuera llegó un carabinero fofísimo, exigiéndole al chofer soltar al tipo que había apedreado la micro, que forcejeaba tratando de escapar del lugar. El paco trató de ponerle las esposas, pero el delincuente tironeaba, pateaba y garabateaba como poseído por el demonio. Trató las tácticas del despistado que no sabía nada, el del enfurecido “choro de pobla” y finalmente se puso a llorar. En el acto apareció un tipo bajo y gordo con un bate de béisbol escondido en la espalda, quien se puso detrás del chofer, junto con aproximadamente seis personas más, todas defendiendo al flaite.

Llegó el furgón con tres carabineros más, y tomando de los brazos al cuma, intentaron meterlo a la camioneta. Fue aquí cuando comenzó la supuesta madre del sujeto a gritar voz en cuello por la discriminación hacia su hijo, que “puro quiría subisse la micro pa’ irle a buhcal pega”.

Los carabineros estúpidos tomaron un par de notas en un block pequeño, de mala gana, ante los reclamos de los pasajeros, claramente sin intenciones de dejar constancia ni mucho menos denuncia. Hecho esto, y observando cómo el sujeto amenazaba a un joven y un par de señoras hacia dentro de la micro, luciendo supuesta influencia delictual en el sector, los de verde simplemente lo dejaron ir.

Todos en la micro alegábamos, pero nadie se atrevía a bajar. El sector es conocido como un barrio con altos niveles de delincuencia, y uno trata de pasar lo más inadvertido posible, sobre todo si hay que desplazarse frecuentemente por el sector para trabajar, estudiar, etc.

Tuvimos que conformarmos y partir con una sensación de derrota y de violación de la poca seguridad y protección que nos quedaba. Con mi amiga, simplemente no podíamos creerlo. Lo único que logramos sacar en limpio fue que si alguno de los candidatos propusiera restaurar la pena de muerte –ahórrese la lata el complejo-de-leguleyo con lo de los tratados internacionales y mierdas de derechos humanos- votaríamos por él sin pensarlo y hasta ayudaríamos en el comando respectivo.

No sé en qué mundo viven los estúpidos gobernantes que tenemos, que en vez de intentar mover un dedo contra la delincuencia, pierden tiempo y tribuna en los medios cerrando páginas en internet que denuncian estos hechos llamando a la población a ser más proactiva ya que nadie nos defiende. ¡Acallan nuestra voz! ¿Democracia? Ja! Ya sólo va quedando el comienzo de los linchamientos públicos. ¿Quieres justicia? JA! ¡"Pitéate un flaite"!